En 2019... nos instalamos de nuevo en Valencia. En enero cumplí 31 con una fiesta sorpresa de mi familia. Pasé febrero encerrada en casa grabando un curso online de Community Manager y descubrí
todo el ruido que eres capaz de escuchar cuando necesitas silencio
absoluto.
Llegamos a marzo y todavía seguía grabando el curso mientras
intentaba esquivar el ruido de los petardos falleros que se colaban en mis
tutoriales sobre Instagram.
Abril llegó con la inscripción a una oferta
de empleo. La elección del candidato se hizo más larga que el casting de
Operación Triunfo, pero a finales de mes empecé a trabajar en el Instituto Superior de
Estudios Profesionales del CEU. Volvía a los pasillos dónde tantas horas
había pasado durante mis estudios de Periodismo.
Sucre cumplió 6 años en mayo.
Se pinchó con una palmera, le salió un bulto y le curamos. J. usó la
Thermomix más que nunca y podemos subirle el cargo de pinche a
cocinero.
El 21 de junio J. me llevó a cenar por sorpresa, era viernes estuve trabajando hasta tarde y llevaba la misma ropa del trabajo (un desastre),
había un concierto de Miguel Ríos y el puerto de valencia estaba lleno
de gente. Cenamos viendo un atardecer precioso y de postre me pidió
matrimonio.
Me renovaron en el trabajo en julio y la baja de maternidad por la
que entré se convirtió en formar parte del equipo. Organizamos un Acto de Graduación digitalizado y nos dieron un premio.
En agosto nos fuimos a
descubrir Almería y me enamoré de la Playa de los Muertos. Me ofusqué
con un reto deportivo porque vi en Instagram que una chica había
conseguido el récord Guinness haciendo 4 horas y 21’ en plancha. Entrené durante
un mes todos los días sin descanso y llegué a aguantar 21 minutos seguidos.
En
septiembre me casé con mi persona favorita, y esa noche fue la que más llovió de
todo el año. Para poder decir aquello de novia lluviosa, novia dichosa.
Esa lluvia nos permitió repetir la noche de bodas en Altea. Octubre de
celebraciones, 15 años juntos y los 31 del hubby. Sí, ahora a J. le llamo
Hubby, a veces hubby hubby.
Y tras un noviembre de intriga, llegó
diciembre y su bomba. Nuevo destino y cambios. Ahora pasaré mucho
tiempo en un avión y descubriré cada rincón de Tenerife. Esta vez sin
mudanza, me haré experta en hacer equipajes de mano.
Nunca habíamos estado tanto tiempo separados hubby y yo hasta este diciembre. ¿Se puede echar de menos dormir la siesta juntos? Se puede. Un año de espera y
transición que seguro valdrá la pena. Quien no avanza, retrocede.
Querido 2020, sigue así.